
Que el esmirriado alcalde de la Sanlúcar del Santo Régimen, desde que accedió al cargo se haya apoyado en tránsfugas de otros partidos para gobernar es una anomalía democrática propia del régimen instaurado, lejos muy lejos de la casualidad.
Un tránsfuga es un corrupto, en cuanto corrompe la voluntad popular surgida de las urnas y si por ello obtiene algún tipo de beneficio su corrupción es doble. Donde hay un corrupto hay también simbióticamente un corruptor y si este se beneficia de alguna manera, su corrupción es igualmente doble.
En el presente mandato, ya van tres los casos de transfuguismo. A los consabidos casos del representante de la extrema indecencia y del asalta cielos venido a menos, consentidos y amparados crematísticamente desde el Gobierno Local, ahora hay que añadir el caso de los naranjitos. Un caso, donde, al parecer, hay manteca de la buena para untar.
La diáspora de cargos en la formación naranja viene demostrando que era un partido instrumental concebido presuntamente como herramienta para quien llega a la política para medrar o agenciarse un modus vivendi muy lucrativo, cosas que tiene ser neoliberales de salón. Los de Sanlúcar del Santo Régimen no iban a ser menos.
Curioso que arremetan contra el expulsado, pero no contra quien le está dando cobertura y esa herramienta para llevar a cabo con garantía su única preocupación: la estabilidad laboral de quien todo sabemos quién (esta es parte de la manteca). Algunos creyeron que era su afán de protagonismo y su avidez por salir en la foto su única vocación, ahora sabemos que también unos intereses muy espurios como controlar una reordenación urbana pendiente de aplicar que le puede afectar (la otra parte de la manteca).
El órdago lanzado por los que aún aguantan en el partido naranja de abandonar la coalición de no destituir al expulsado y revertir la decisión de concederle esas nuevas potestades, ha caído en saco roto, teniendo que cumplir con el órdago y abandonar la coalición, a pesar de que para unos y otros la soldada es la soldada, se les haya aparecido la virgen o no. Vergüenza ajena ha dado el cruce de acusaciones, descalificación y graves insinuaciones, mientras, el alcalde esmirriado chapotea en su miseria ética y moral rodeado de tránsfugas, confiado porque su silla no corre peligro alguno.
Si quien es expulsado de su partido y califica a su organización política de autoritaria y antidemocrática y otras lindezas, no se entiende que se sienta indignado por ello y esté luchando para evitarlo. Alguien con un mínimo de decoro democrático y dignidad no duraría militando un segundo en un partido al que considera antidemocrático. En el caso que nos ocupa la dignidad política brilla por su ausencia en unos y en otros, sin olvidar, la ya carcomida del alcalde esmirriado.
Todo se puede resumir con aquello de que Dios, para los creyentes o el destino para los agnósticos, los cría y ellos se juntan. Corruptos, corruptores, tránsfugas y «transfugadores» en armonía simbiótica a vivir que son dos días. «Carpe Diem» o «vivere memento» que paga el pueblo anestesiado. Los problemas de la ciudad pueden esperar.
Puño en Alto
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